Revista Rage

Rage es una revista de cómic para adultos que abarca géneros tan variados como el terror o la fantasía, pasando por la ciencia ficción o el gore. Rage es fantasía, sueños, emociones y respuestas que encajan en nuestra pequeña y desgarrada burbuja. Un aliento, un respiro, es el entretenimiento que nos lleva a la sobrevalorada luz. Un feroz festín de hemoglobina y sexo.
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Wesley Dodds, Sandman

Venditti y Rossmo con la autorización de DC han tenido a bien resucitar de las cenizas y de los viejos archivos de la editorial a un personaje, no olvidado, pero si pasado de moda; un personaje circunscrito a un mundo muy concreto,  el pulp, un género que en Rage adoramos, y que publicitamos por todas partes. Ese personaje no es otro que Wesley Dodds, o lo que es lo mismo, Sandman. El tipo de la gabardina, sombrero, máscara de gas y pistola de gas. Un icono que ha influido en un sinfín de artistas. Ahora, los autores antes mencionados han pensado que sería una buena idea traerlo de su destierro de 30 años para regalarnos una miniserie, envuelta en referencialidad asumida, de seis números. 

"Wesley Dodds se crio con los terroríficos relatos que le contó su padre sobre la Primera Guerra  Mundial. En 1940, Dodds ha inventado un gas somnífero que podría poner fin a la guerra de forma  sencilla y sin violencia, pero el invento ha despertado demasiado interés. Así pues, decide luchar  contra el mal a pequeña escala como Sandman, un héroe callejero que experimenta visiones sobre  delitos que aún no se han cometido y sobre justicieros de disfraces pintorescos a quienes aún no conoce. "

Tras la ya de culto serie que protagonizó el personaje allá a principios de los 90, cuyos autores fueron Matt Wagner, Steven T. Seagle, Guy Davis, Michael Lark, Richard Case y demás, la mítica y legendaria Sandman Mistery Theatre, de la que sin lugar a dudas bebe la obra con la que nos encontramos, el personaje vagó por la JSA de Johns, de la que fue el germen, junto al Starman de Robinson, y en la que fue desterrado a leyenda, para no saberse nada más de él, hasta que han llegado estos tíos y esta obrita resultona, que no es más que un divertimento solvente, un sucedáneo del Sandman Mistery Theatre, sin la chispa y la originalidad de ésta. 

Por lo tanto, a pesar de los esfuerzos de los autores no dejó de ver un reverso de aquella joya de los 90 que nos regaló nuestro querido sello Vertigo. Como todo hoy en día un mar de referencias falto de originalidad, con un envoltorio digno, pero carente de sustancia. Vivimos en la era del continente. 

Así que sin más amantes de los cómics, si queréis leer algo del montón pero divertido, este es vuestro jodido y lleno de lugares comunes cómic. 

Wesley Dodds, Sandman 

Autores: Robert Venditti y Riley Rossmo

Editorial: DC/ECC

Cartoné

Páginas: 144

Precio: 21,50 €

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Superman: ¿Qué fue del Hombre del Mañana? y Otras Historias


Se ha hablado largo y tendido de ésta historia que nos ocupa. Páginas y páginas se han llenado alabando el trabajo de Moore y Curt Swan. Un epílogo maravilloso para la faceta clásica del superhéroe por antonomasia; un derroche de inventiva por parte de Moore, adornado con el clasicismo de Swan. Una joya que recorre la larga andadura de Superman hasta la fecha. Pero no sólo de ¿Qué fue del Hombre del Mañana? vive el personaje y este recopilatorio, por que como ya sabréis este recopilatorio contiene las tres historias que Moore escribió para el Hombre de Acero, entre las que se encuentran la clásica: "Para el Hombre que lo tiene todo" junto a Dave Gibbons, y la interesantísima y no menos fascinante "Los Confines de la Jungla" a la limón con su partener en la cosa del pantano Rick Veitch. Todas y cada una de ellas abordan la fragilidad de Superman, al hombre, al Kryptoniano, y la muerte y legado de un mito. Un imprescindible para verdaderos amantes. 

"Wonder Woman, Batman y Robin acuden a la Fortaleza de la Soledad con motivo del cumpleaños de Superman, a quien encuentran soñando con la vida que habría tenido si Krypton no hubiera estallado. Tan curiosa situación es solo una de las historias que incluye este volumen, donde también vemos a todos los enemigos de Superman, incluidos Luthor y Brainiac, formando equipo contra nuestro héroe con el firme objetivo de matarlo. Y por si fuera poco, ¿qué misteriosa enfermedad hará que el Hombre de Acero se tope con la Cosa del Pantano?"

En todas y cada una de ellas Moore aborda el inminente final de Superman, abocando al héroe a una lucha descarnada por su salvación. Con ello Moore nos muestra a un Superman diferente al que la gente estaba acostumbrada a ver, ya no era esa héroe invulnerable y superpoderoso, no, ahora era un tipo vulnerable, alcanzable, solitario, aterrado, y desesperado. Un tipo más, aunque siempre arropado por amigos fieles, y por una legión de fans que harán todo lo posible por salvarle el pellejo. 

Gibbons, Swan y Veitch serán testigos del texto, y ensalzarán las historias a la clase de Obra Maestra. Una salva a la historia que nos junta a Superman y La Cosa del Pantano, en la que Veitch da una clase de narración espectacular. 

Así que ya sabéis amantes de los cómics, ECC trae estas joyas en un formato económico, haceros con ellas ya. 

Superman: ¿Qué fue del Hombre del Mañana? y Otras Historias

Autores: Alan Moore, Dave Gibbons, Curt Swan y Rick Veitch.

Editorial:  DC/ECC

Rústica

Páginas: 128

Precio: 9,95 €

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RELATO DE VAMPIRO: LA MASCARADA - EL PUTO AMO

 


EL PUTO AMO

( Relato basado en Vampiro: la Mascarada 5a Edición. Los derechos de este juego pertenecen a Paradox, Renegade, Biblioteca Oscura y Nosolorol. Esto es sólo un fanfic escrito por Antonio J. López AKA Toxizer)


Hola hermanita, dejaré esta carta en casa de la vieja, espero que la leas cuando vuelvas en Navidad, yo ya no vivo allí. Verás que últimamente he sido muy escueto en mis mensajes de móvil, tengo ciertas razones.


Es mejor que te sientes para leer esto, te va a parecer una puta locura, pero te aseguro que todo es cierto. Cuando termines de leerla, ve a las taquillas de Atocha con esta llave.


Todo este jaleo empezó hará unos cuatro meses cuando fui con Pacman al FIB, los primeros días todo fue bastante bien, montamos la tienda y nos dedicamos a fumar, beber y escuchar música.


El segundo día estábamos bastante reventados, encima hubo un incendio enorme cerca del recinto y unas rachas de viento fortísimas. Algunos grupos se rajaron y no se atrevieron a salir al escenario. Recuerdo toda la noche como una especie de ensoñación surrealista: la arena del recinto lacerando nuestra carne veraniega, gente colgada con la cara tapada arrastrada por el viento, estructuras de hierro que amenazaban con empalarnos, tiendas de campaña derribadas, el cielo nocturno aún anaranjado por el incendio y unos djs pinchando en medio de aquella escena que parecía pintada por un Bosco postmoderno.


En un momento perdí de vista a Pacman, el cansancio y la ingesta masiva de alcohol le habían convertido en una especie de zombie. Mi cabeza giraba entre el bullicio, me había tapado la boca con mi vieja camiseta de Oasis y disfrutaba en soledad de lo que quedaba de noche. Choqué con algo entre la polvareda, bueno, más bien alguien. Te habría encantado, era una chica menuda, rubia, con unos enormes ojos verdes, con pinta de guiri. Iba sin camiseta, y no pude apartar la mirada de sus pechitos, tímidamente ocultos por un pequeño bikini. Parecía ir tan ciega como yo. Me cogió de la cabeza, se inclinó hacia mi oído y me dijo en un castellano con acento: Acompáñame; y joder si lo hice, no sé como iba que le hice caso sin preguntarme ni una mierda, y pasé de mi colega Pacman. Atravesamos el dantesco espectáculo del campamento, con gente tirada por doquier, cubiertos de arena, manchados de pota y demás. La muchacha se movía con fluidez, jugueteando con el viento; a mi me costaba un huevo andar contra el dichoso vendaval sin caerme al suelo. No podía dejar de mirarla, desde sus converse desgastadas y sucias hasta su pelo ondulado que parecía tener vida propia. Por fin llegamos al aparcamiento, abrió la puerta de una vieja furgoneta volkswagen y me empujo adentro. Tenía un pequeño colchón, se me echó encima, me quité la camiseta del hocico para poder mordisquear a aquella preciosa aparición surgida de algún rincón de Europa; sin embargo fue ella la que se lanzó a besarme con violencia, para acto seguido morderme el cuello y...desde ese momento no recuerdo una mierda.


Me desperté en un conocido y repugnante hostal del centro de Benicassim, creo que era por la tarde, me encontraba fatal, hacía un calor horrible y tenía sangre seca por la ropa. En la ducha, tenía espasmos raros, vomité y me cagué a chorro, pensé en ir a buscar un centro de salud o algo. No tenía el móvil ni la cartera. No tenía fuerzas ni para dar un paso, entre terribles toses pensé que la iba a palmar, caí desplomado en la mugrienta cama.


Me desperté en plena noche, con un hambre de cojones, mi mente estaba bajo mínimos. Salí de allí como pude, con la ropa llena de mierda. Está to pagao, me dijo el de recepción guiñándome un ojo, le pregunté por la chavala, solo me dijo que había pagado un par de noches y que no había vuelto a aparecer en todo el día, me había dejado allí a eso de las 4 de la mañana. Tras deambular como un chiflado por el pueblo costero llegué a la playa, mis ojos estaban inyectados en sangre y mis colmillos afilados. Me tiré al mar intentando calmar lo que fuese que me estaba ocurriendo, un inglés borracho se acercó para cachondearse, y de forma instintiva me lancé a desgarrar su carótida y beber sin parar de la roja sangre adulterada. Notando una calma y un colocón inusual, me volví a meter en las frías aguas del mediterráneo para limpiarme. Lo sentí un poco por el guiri guasón, su cadáver terminó también en el agua, nunca supe si lo habían encontrado. Nadie se había percatado de la matanza y con la mente algo más tranquila, caí en la cuenta de lo que era...¡ Un jodido vampiro! Hermanita, me acordé de ti y de las pelis de terror que habíamos visto juntos. Recuerdo lo mucho que te acojonaba el Drácula de Coppola. Desde la muerte de mi primera víctima decidí ser más cuidadoso y no cargarme a nadie, en parte por ti, para no hacerte daño y en parte por mi, para no terminar en plan animal y dar el cantazo y que me viviseccionen o algo unos científicos gilipollas.


Cuando pude le envié un mensaje a Pacman, explicándole que había enfermado y regresado a Carabanchel, él estaba volviendo a su casa en nuestro querido Reino de Murcia. Ojalá hubiésemos conservado el piso en La Manga después de la muerte de papá, ahora mismo me vendría de coña. Para variar, la vieja no estaba en casa, me dejó una nota, que se había ido con un amigo a Asturias. No volvió hasta finales de agosto.

Total, que estaba de vuelta en la capital y tenía un sitio seguro en el que cobijarme. Por el día me da una especie de sopor inaguantable y caigo rendido. Ser un chupasangre en Madrid en verano es un poco mierda, muchas horas de sol y poca gente de la que alimentarse; al menos no notaba el calor, tengo el termostato averiado, como los viejos o los yonkis. En esos primeros días estaba lleno de preguntas, ¿ Qué fue de la rubia guiri? ¿ Por qué me hizo esto? Hay quién podría considerar esto una maldición, sin embargo, yo lo vi como una oportunidad. Ya sabes de mi misantropía casi clínica, además mi vida últimamente era bastante mierder, y ahora, sin buscarlo era un jodido amo de la noche.


Intenté recordar todas las historias de vampiros que conocía. Mi máxima preocupación era la alimentación. Al principio me alimentaba de animales, pero empezó a ser sospechoso, había carteles de mascotas desaparecidas por todo el distrito. Me ha costado un huevo, pero he llegado a controlar el asunto para beber un poco sin llegar a matar a la víctima, y después les digo que olviden y así lo hacen, es como un rollo de hipnotismo. Resumiendo, el sol me jode, no puedo beber ni comer sin potar, tampoco me funciona el pito, aunque alimentarse es orgásmico, como ese rollo que soltaban en Trainspotting sobre chutarse, pero cambiando el jaco por sangre. Se supone que estoy muerto, pero cuando estoy debidamente alimentado me siento de puta madre, no me duele nada, me siento más fuerte y atractivo, no sé como pero he logrado remover mi sangre y no tener aspecto de cadáver.


Tras un par de noches aburrido en Carabanchel Bajo, decidí volver a salir por nuestros sitios habituales, la mayoría de nuestros conocidos estaban de vacaciones. Sin embargo, en el Tupperware me encontré a Alba, estaba con un par de amigas que creo que conoces, una muy alta y otra que va en silla de ruedas. Me acerqué con decisión, olvidando aquella cobra que me hizo en San Isidro; la miré a los ojos y le solté, voy a besarte y tú a mí, y al segundo nos estábamos morreando. Era placentero pero quería más de ella, me la llevé al baño y me alimenté, un poco, tranqui, sigue viva. Esa primera noche me recorrí todo Malasaña, saludando a unos y a otros, charlando, ligando, y atiborrándome de sangre, cual obesa sanguijuela. Me sentía que te cagas, enfundado en mis viejos vaqueros, con mi camiseta de AC/DC, intentando fumar un pitillo, puedo pero es algo raro; ahí me di cuenta de que era el puto amo. Me movía con soltura y seguridad por la veraniega noche madrileña, bromeaba con las putas de Montera y los chaperos de Sol, intimaba con los chinos vendelatas y todo era maravilloso; esperaba septiembre con ansías.


Pero no todo fue risas y jolgorio, volviendo a casa una madrugada, tuve un lío con un ruso o algo así, pasaba por la calle de los putis, Ramón Sainz, y mandé a la mierda aun par de viejas zorras latinas muy pesadas, el portero, un tal Iván me siguió diciéndome no sé que, y a la vuelta de la esquina me metió una buena hostia, dolió menos de lo que debería, y fue mi turno, lancé un puñetazo sin mucha gracia pero bien dirigido a la mandíbula del tiparraco. Fue asqueroso, la mandíbula inferior se desgarró y salió volando en un amasijo sanguinolento, justo llegaron las putas y empezaron a chillar cual cerdos en matanza. No sé si el gorila eslavo sobrevivió, pero no volví a verlo en la puerta del garito; espero que no palmase por esa tontería, no sé quizás pudieron engancharle la mandíbula o algo.


Como ves todo parecía bien, me creía el amo del cortijo, y aunque alguna vez me pregunté si habría más vampiros como yo en la capital estaba tan subido que me importaba una mierda. Para cuando mama llegó a casa yo ya me había alquilado una buhardilla en la Latina. Se lo puse por mensaje, y creo que le sudó el coño. Te preguntarás como conseguí la pasta siendo un parado, pues bien, siendo vampiro se ahorra bastante en comida, y además, saqueaba a la mayoría de mis víctimas. Se notaba la vuelta al cole, la ciudad bullía con más intensidad y los turistas eran víctimas perfectas.


Caminaba con chulería por la vieja capital, mantenía a raya a mi yo monstruoso, atrás quedaba aquella aciaga noche en Benicassim y me sentía de puta madre. Todo empezó a cambiar una noche que deambulaba por la plaza Mayor a altas horas de la madrugada, ya había bebido con anterioridad de algún vagabundo y esa noche aún tenía algo de gusa. Había al menos una veintena durmiendo en sus pequeños palacios de cartón. En un pequeño callejón abovedado con fuerte olor a orines, vi a una posible víctima, un tipo tirado sobre unas mantas, despierto y fumando un pitillo. Se puso de pie iba a pedirme dinero o robarme, no lo tengo muy claro, pero cuando me acerqué ya con los colmillos buscando su cuello, el tipo me sorprendió. Era un anciano especialmente apergaminado que parecía saber lo que yo era, divagaba sobre que le mordiese, que estaba triste por que los viejos amos habían oído una llamada o algo así; luego me metió prisa, por si nos pillaba la inquisición, pensé que era un chiflado, aún así bebí un poco para calmarle y me piré de allí enseguida. Recordé a papá, nobody expects the spanish inquisition, le encantaban los Phyton. Iba por la calle Toledo, tan campante, intentando silbar, saludando a la gente de limpieza del ayuntamiento, cuando me percaté de un tipo enorme que estaba limpiando con la manguera, y se me quedó mirando unos segundos de más, el tipo era nuevo, conocía a todos los que pululaban por la noche en mi barrio.


La no vida siguió más o menos igual. La señora de abajo murió, y llegó una nueva inquilina, Sol, una tía muy maja, y guapa, me hizo pensar, como sería mantener una relación con una viva, y llegué a la conclusión de que no sé realmente si lo mío tiene cura o algo, quizás con algún tratamiento, pero claro que doctor sabría de la existencia de vampiros, además, tampoco había visto ninguno en mi ciudad, aunque por las palabras del viejo vagabundo deduje que en algún tiempo pasado los hubo. También me dió por pensar en la rubia guiri, que le den.

Sol te caería bien, curra en una fábrica y le van cambiando turnos, por lo que me la suelo tropezar con frecuencia por la noche. Por lo demás, sigo a lo mío , soy el rey lagarto, yo parto y reparto. Me reencontré con Pacman en Malasaña, vino con unos colegas suyos de Murcia y estuvimos de farra, el muy cabrón me dijo que me ve como más delgado y demacrado, que si le estaba pegando mucho a alguna droga, si él supiera. Es cierto que aunque hago mi truqui de la sangre para aparentar humanidad estoy algo diferente, joder, a veces me miro al despertar y parezco un muñeco de cera, me viene a la mente la imagen de papá en el Tanatorio.


El vagabundo viejo me sigue cada vez que me ve, dando porculo para que le muerda, evito echar por los alrededores de la Plaza Mayor, pero el tipo es muy pesado. Pero bueno, intento seguir a lo mío. En uno de esos garitos pijogarrulos de la zona de Letras me tropecé con la vecina. Estuvimos un buen rato de charla y noté cierta atracción, y sin hipnotismo. Vane, espero que vengas a verme, te echo de menos, y espero que todo esto que estás leyendo no te acojone demasiado. Intentaré tener la cueva limpia y ordenada, en un par de días tengo visita, Sol, si, jejeje. Voy hoy mismo a dejar esta carta en nuestra casa, no creo que madre la lea. Aunque sea un drácula te quiero hermana.


Vanesa Fernández terminó de leer la extraña misiva, en Atocha abrió una taquilla, y dentro estaba la dirección de la buhardilla de La Latina. Fue al lugar, pero nadie abría la puerta, preguntó a los vecinos y según decían tanto Fernando como Sol se habían marchado, alguna vecina pensaba que juntos, pero lo extraño es que fue repentino, sin esperar a fin de mes ni nada. Al bajar a la calle, se asustó al ver a un viejo con pinta de cadáver andante.


- Señorita, si busca al nuevo amo, me temo que ha sido estacado y secuestrado por esos cabrones. Pero yo sé donde se reúnen esos santurrones en Madrid.


Vanesa estaba anodadada, ¿ Era todo cierto? ¿ Seguiría a ese anciano demente a vete a saber donde? ¿ Podría olvidar a su hermano sin ni quiera intentar todo lo posible por descabellado que pareciese?


FIN ?




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JOHN DOE´S WEIRD STORIES / LA ISLA IGNOTA 6

 LA ISLA IGNOTA 6, por Antonio J. López


Los dos espadachines se movían con fluidez buscando algún punto débil en el que hundir la espada.


Me habían dicho que era bueno con la espada, pero sus movimientos son increíbles – Jean lanzó una estocada que casi atraviesa el hombro de John – fui medalla de oro en Amberes, y me lo está poniendo difícil.


- Lo siento gabacho, no sé donde ni como aprendí, pero espero ganar est.. - tuvo que defenderse de otro ataque mortal.


- Sacrebleu, ya recuerdo donde vi un estilo similar – lanzaba su espada con rapidez el francés – hace años vi a un maestro toledano luchar así, uno de los últimos exponentes de la Verdadera Destreza.


No sé de que me hablas – John lanzó un ataque desesperado, haciendo retroceder a su rival.


- Menuda fiera – Dupont realizó una finta con contraataque, la punta de la espada atravesó el brazo izquierdo de John, que lanzó un grito agudo, mientras el marsellés reía como un maníaco – siente mi picadura.


John seguía defendiéndose maravillosamente, soportando el dolor penetrante y alejando pensamientos aciagos sobre el futuro de su miembro. Gracias a sus conocimientos en medicina, dedujo que la herida no era de extrema gravedad.


Los españoles eran buenos espadachines antiguamente – Jean seguía lanzando estocadas – sin embargo, los franceses refinamos e hicimos un arte de la esgrima.


Tras un par de minutos retrocediendo, John se acercó temerariamente a su peligroso enemigo, con fuerte golpe hizo que Jean bajase su arma, rápidamente le agarró la mano con que sujetaba el arma, soportando estoicamente el dolor, y clavó su espada en el costado del francés.


- ¿ Un atajo? - dijo en castellano Jean soltando la espada y taponando la herida – merde, ganó monsieur Doe.


Lois fue ayudar a John con su herida.


- Me ha fallado señor Dupont – dijo el alemán – y como Doe tiene esa estúpida manía de no matar, tendré que hacerlo yo.


- No, espere señor Schmidt aún puedo...


El gorila del doctor disparó, y al instante la cabeza de Dupont reventó como un melón, sangre y masa encefálica salpicaron a la pareja. Lois gritó y casi se desmalla.


- Un nuevo tipo de munición explosiva que estoy probando – sentenció el malvado ingeniero.


Lois y John volvieron a ser esposados, subieron la escalera y fueron conducidos a las estancias privadas de Helmut Schmidt, el guardaespaldas del doctor se quedó vigilando a Lois en una antesala , ésta permaneció sentada en un diván mirando un dibujo anatómico de dinosaurios, que colgaba en la pared frente a ella; se preguntaba si saldrían con vida de esa maldita isla ignota. Doe acompañó al doctor a su alcoba, una amplia habitación con chimenea, un escritorio, cama con dosel, papeles varios, algún mecanismo extraño y una decoración escueta. En un lateral había una puerta, que John entendía que daba al taller-factoría-laboratorio de los horrores del buen doktor.


Tome asiento señor Doe – le indicó una silla.


- Prefiero estar de pie – respondió amenazante John.


- Como quiera – le apuntó con una pistola de rayos – pero no olvide que si hace alguna tontería le fulminaré en el acto.


- Como le dije anteriormente, tengo un excelente plan de dominación mundial y enriquecimiento personal – miró detenidamente a su prisionero – y aunque usted es una amenaza que tengo controlada, aún me pica la curiosidad ¿ Quién es John Doe? ¿ Son ciertos todos esos artículos de O´Neil sobre usted?


- Ya se lo he dicho, ni yo mismo sé quién es John Doe – John cerró levemente los ojos – todo lo escrito por Lois es cierto, desperté sin recuerdos y solo tenía una llave que pertenecía a una caja de seguridad de un banco neoyorquino. Como habrá comprobado poseo habilidades y conocimientos, pero no sé en que momento pude adquirirlos.


- No tiene sentido, que nadie lo recuerde, que no conste en ningún registro y esa extraña amnesia – movió ligeramente la pistola, John se dió cuenta entonces que era su arma de rayos – un prototipo magnífico, un arma potente, portátil y que se recarga con la luz del sol; el hombre para el que la hice estaba tremendamente complacido. Supongo que en algún momento, usted lo vencería de algún modo, pero por fechas no me cuadra. Era un tipo duro, inteligente, maquiavélico y malvado; a veces dudaba incluso de que fuera humano. Pero la última vez que le vi, antes de finalizar la Gran Guerra, debía tener más de setenta años.


- Si va a matarme pégueme un tiro ya por favor, no estoy de ánimo para oír batallitas de ancianos, como le digo, no tengo ni idea de como llegó ese arma a mi poder – mientras hablaba, John estaba apretando sus manos, que estaban esposadas tras su espalda.


- Maldito americano insolente – Schmidt se puso de pie y se acercó a Doe – pese a los leves reveses que tu y esa putilla me habéis causado esta noche, desde aquí seguiré fabricando mis asombrosas bestias robóticas y mis armas, gracias al volcán en activo sobre el que estamos puedo conseguir energía geotérmica casi infinita.


- ¿ Y cómo controla a los autómatas? - preguntó John intentando ganar algo de tiempo, esas esposas se estaban resistiendo, pero con su habilidad de escapismo no tardaría mucho en dislocarse el pulgar y liberar su diestra.


- Un bruto como tu no lo entendería, pero digamos que tienen un modo automático y otro manual con el que puedo controlarlos mediante una consola de mando en mi taller – sonrío y apuntó a John – es hora de morir, maldito americano entrometido.


Doe liberó su mano, desvió el arma y propinó un tremendo puñetazo, que lanzó al viejales contra el enorme escritorio. Rápidamente, le quitó el arma y le apuntó.


- Quieto ahí herr docktor, las esposas pueden retenerme tan poco tiempo como a Houdini.


Justo en ese momento entró el enorme guardia con su rifle experimental.


¡ Cuidado John! - le alertó Lois.


John Doe saltó a un lado con agilidad de felino, la bala explosiva reventó el pecho del viejo doctor, el gorila tiró el arma al suelo y se acercó a acunar el cuerpo del fallecido germano.


Atiza, es como una versión repugnante de la Piedad – exclamó Lois mientras se reunía con su amigo - ¿ Estás bien John?


- Si – respondió éste mientras liberaba su mano izquierda del grillete – y creo que tengo un plan para acabar con este lugar impío.


John y Lois se dirigieron al taller, atravesaron la puerta de la alcoba y se encontraron en un espacio elevado desde el que se veía toda la factoría y parte del almacén destruido. John reconoció la consola de mando que había comentado el doctor, aunque no entendía como funcionaba. Algo más adelante se encontraba una puerta metálica cerrada.


- ¿ Sabes algo de ingeniería mecánica? - preguntó Lois.


- Vamos a averiguarlo – respondió Doe – de momento no sé como funciona esta cosa con la que controlaba a los saurios robots. Comentó algo sobre extraer energía del volcán – John dejó de hablar y empezó a deambular por el lugar, bajó por unas escalerillas metálicas, fue observándolo todo detenidamente.


- Lleva cuidado por si hay más guardias - Lois no entendía gran cosa de todo aquello, pero estaba deseando largarse de allí y pedir ayuda. 


- Eureka, esta enorme maquinaria es la que extrae, convierte y distribuye la energía obtenida del magma del volcán sobre el que nos encontramos. Lois echa un ojo a la puerta que tienes ahí arriba.


- Pásame tu arma, no me fío ni un pelo de este lugar – cuando estuvo preparada, abrió la puerta metálica, mientras John trasteaba con la maquinaria. Un pasillo metálico giraba hacia la derecha y desde ahí bajaba una escalera hasta el interior de lo que parecía un hangar, Lois podía intuir la forma de un biplano. Volvió al taller – John, ¿ Sabes pilotar un biplano?


- Si, lo comprobé hace unos meses en Dayton, pásame la pistola de rayos – Lois obedeció y John disparó a ciertos puntos, se produjeron pequeñas explosiones – ¡ Corre Lois!


La pareja llegó al hangar, pusieron en marcha el avión y salieron justo a tiempo para ver como parte de la edificación reventaba, llevándose por delante a algunos de los dinosaurios. El volcán comenzó a temblar y a expulsar humo, entendían que pronto entraría en erupción. Lois pensaba en los compañeros que habían muerto y en los franceses del barco, ¿ Estarían en el ajo? Que decepción resultó ser Dupont. Doe seguía sorprendiéndose con sus habilidades. El biplano volaba libre hacia la luz de la aurora. La pesadilla había terminado, ¿ O no?


La pareja notó un golpe en uno de los laterales de la aeronave, el enorme pterodáctilo intentaba derribarlos.


- Agárrate Lois – gritó John.


Comenzó un bizarro combate aéreo entre el moderno biplano y el saurio de alas membranosas. John intentaba colocarse tras el maldito robot y poder descargar la ametralladora del avión, mientras que el saurio atacaba con su largo pico. Tras unos minutos de agonía, Doe realizó un looping, se colocó tras su presa y logró reventar las alas artificiales del falso saurio. Por fin podrían respirar tranquilos. La pareja se dirigía hacia el continente y el volcán engullía con humo y lava la isla ignota.


FIN


( John Doe volverá)




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JOHN DOE´S WEIRD STORIES / LA ISLA IGNOTA 5

 LA ISLA IGNOTA, por Antonio J. López


-Debe ser una broma – dijo Lois levantando los brazos.

- Sigámosle el juego – dijo John imitando a su compañera – llevadnos ante vuestro líder.

- Aunque sean artificiales, esos gallimimus están muy logrados- apostilló el profesor.


El grupo había sido rodeado por tres soldados montados en saurios que recordaban a avestruces, los tipos no llevaban ningún uniforme reconocible y les apuntaban con armas similares a la pistola de rayos de John Doe. Fueron esposados y conducidos a su cuartel general, el edificio iluminado en la ladera del volcán. Al atravesar unas macizas puertas metálicas llegaron a un pequeño patio, los soldados desmontaron sin dejar de apuntarles, y sobre una pasarela metálica se encontraba su anfitrión. Un anciano decrépito con ropa de científico.


- Bienvenidos - dijo con voz cavernosa y con acento alemán– bienvenidos a mi morada, mentiría si dijese que no les esperaba – el viejo fue descendiendo unas escaleras para acercarse a los prisioneros – me presento, soy el doctor Helmut Schmidt.


- ¡ Gran Scott! - exclamó sorprendido Owen – todos le daban por muerto tras la Gran Guerra.


- ¿ Profesor, conoce a este viejo malvado? - preguntó Lois.


- Era un reputado ingeniero mecánico alemán experto en armamento, solía trabajar con los peores delincuentes del mundo y durante la guerra trabajó para las Potencias centrales.


- Como ve profesor, sigo vivo y en activo – el viejo se acercó a la muchacha, Lois pudo ver su rostro apergaminado y amarillento, y como unos tubos salían de su nariz y de la misma piel de la cabeza hacia su espalda. Con un enérgico tirón abrió la camisa de Lois, dejando expuesto el sujetador relleno del generoso busto de la reportera.


- ¡ Déjala en paz monstruo! - gritó John, intentando zafarse del soldado que le retenía.


- Vaya, vaya, así que este joven patán es el famoso John Doe – Schmidt se acercó al fornido aventurero – no pareces gran cosa, solo un yankee fanfarrón del montón. Sin embargo, hay algo que me interesa, ¿ Dónde has conseguido este arma? - uno de los soldados le había pasado la pistola de rayos incautada previamente a John – por su número de serie, ésta fue una de mis primeras pistolas de rayos y se la regalé a una de las mentes criminales más brillantes del Viejo mundo.


- No sé de que me habla, hace un par de años me desperté con amnesia en un hospital de Nueva York, y la pistola la encontré en mi piso. No recuerdo nada anterior a ese momento, quizás la compré en algún sitio.


- Estúpido, el dueño de esa poderosa arma no se desprendería tan alegremente de ella – se inclinó para dar una bofetada a Doe - Llevo años autoexiliado en esta maldita ínsula, aún así me han llegado las noticias de sus aventuras escritas por la bella O´Neil. Ha derrotado a viejos camaradas del mundo criminal como Paolo “Carapizza” Mantegna o la banda del Mimo. Eres un peligro para mis planes y por eso tu vida terminará en esta isla sin nombre.


Los malvados guardias condujeron al grupo a una zona de internamiento, les dejaron en ropa interior, les quitaron las esposas y los encerraron en una celda enrejada.


- Estamos perdidos, a saber que hará ese maníaco con nosotros – Lois y el profesor Owen estaban abatidos y asustados - ¿ Qué habrá ocurrido con Jean?


- No sé Lois – a John le molestaba que la reportera siguiera pensando en el maldito gabacho, pero a decir verdad, él también estaba pensando en que sería del tal Dupont, y de los marinos del Coquin – no os procupéis, tengo un plan para salir de aquí – dijo susurrando pues aún quedaba un guardia en la puerta – pero debemos esperar al momento propicio – John le echó un ojo al tobillo del anciano – descanse en el camastro profesor, aún tiene la zona muy inflamada.


Pasaron los minutos, un par de guardias habían molestado con comentarios soeces a Lois.


- Enséñanos las tetas, perra americana – dijo uno en un inglés chapucero con bastante acento latino.


Tras un rato de risas e improperios, los dejaron solos en la estancia-prisión y John Doe empezó a rascar una parte concreta de su antebrazo. Sus compañeros miraban curiosos, pero de repente, un viejo conocido apareció.


Bonne nuit, mes amis – Jean Dupont apareció con el torso vendado – ese maldito pterodáctilo robot me fastidió bien los hombros, aunque vosotros si que estáis bien jodidos – rió maliciosamente.


- Maldito traidor, y pensar que estaba preocupada por ti – Lois se lanzó contra los barrotes con gesto desafiante.


- Tranquila gatita, he intercedido por ti a Schmidt – se acercó para intentar tocar el rostro de Lois y ésta evitó su tacto – cuando eliminen a tus amigos tu te convertirá en mi esclava – dijo con una risita – lo vamos a pasar muy bien tu y yo, ma cherie.


- ¿ Por qué ayudas a ese teutón chalado? - preguntó Doe al tiempo que se acercaba al cuerpo semidesnudo de O´Neil - ¿ Qué sacas de esta impía alianza?


- Digamos que la empresa familiar no va tan bien como parece, papá ya había tratado con el doctor en el pasado y ahora le ayudaremos a llevar a cabo su plan de desestabilización mundial – se mesó el bigote – con sus creaciones robóticas y sus armas podremos dominar el mundo.


- Eres escoria maldita rata gala – dijo con furia el profesor.


- Oui, oui, en breve vendrán a buscarles – dejó la habitación entre malévolas risotadas.


Cuando estuvieron solos, John Doe llevó a cabo su plan. Lois y Joshep vieron como se rascaba con profusión hasta levantarse la piel del antebrazo izquierdo.


- Que asco, ¿ Por qué haces eso John? - dijo disgustada la reportera


- Mira bien Lois, es una falsa epidermis sintética en la que guardo un juego de ganzúas especiales – sonrío mientras empezaba a trastear con la cerradura de la celda – está hecha con el mismo material que las prótesis de mis disfraces – la puerta se abrió y Doe se puso a un lado de la entrada de la habitación – en cuanto entre alguno de los guardias le atacaré, vosotros esperad ahí.


Tras unos diez minutos de espera, la puerta se abrió.


- Prisioneros, el doctor les espera – se oía una sola voz y pasos de una persona – ey falta uno.


Antes de decir nada más, Doe realizó una técnica de estrangulación para dejar a su oponente fuera de juego.


- ¿ Lo ha matado ? - preguntó el profesor.


- No, no soy un asesino , le corresponde a la justicia castigar a estos hombres – Doe cogió la pistola de rayos del guardia y la toqueteo unos segundos – es un arma muy similar a la mía, le he bajado intensidad al rayo para que solo aturda a los enemigos.


- Muy noble por su parte – dijo Owen acercándose – pero primero deberemos salir vivos de aquí.


- John podrías usar el uniforme del guardia - apuntó Lois – al menos no irás en calzoncillos al combate.


- Buena idea – empezaron a desnudar al tipo – creo que tengo un plan.


El trío salió de la pequeña prisión a un almacén lleno de cajas, John iba apuntando a los dos prisioneros con su arma, no creía que su pequeña charada engañase por mucho tiempo a los demás guardias o a Jean, pero al menos le daría unos valiosos segundos. De momento todo iba bien, vieron la puerta que daba al patio exterior, donde habían hablado con Schmidt. Desde que habían entrado al enorme almacén se oía un estruendo industrial, y en la pared contigua a la de salida vieron como el almacén daba paso a un enorme taller, en su interior podían atisbar enormes esqueletos metálicos de los saurios robots.


- ¿ Qué hacen aquí los prisioneros? ¿ Tú quien er...


- A dormir – rápidamente John Doe aturdió al guardia y se agacho para recoger su armas – Lois vístete, lo siento profesor, el siguiente para usted.


La ropa le estaba grande, pero al menos dejaría de pasearse en ropa interior por ese condenado sitio.


- Toma esta pistola, se usa igual que cualquier pistola automática – le lanzó el arma de rayos a Lois – a cubierto, vienen más guardias.


Los impactos de los rayos reventaron una caja cercana, los guardias no tenían sus armas en modo aturdir. Desde un altavoz oyeron la voz del ingeniero loco.


- Veo que han logrado escapar de su prisión, pues bien, han saltado de la sartén para caer en las brasas.


En una de las paredes laterales de la loca factoría del alemán se abrió una compuerta metálica, de la cual salió un enorme dragón rojo que lanzaba llamaradas por la boca.


Nuestros héroes se encontraban entre la espada y la pared, por un lado tres guardias les disparaban rayos mortales y por el otro, un dragón robot del tamaño de un brontosaurus les lanzaba fuego. El profesor Owen se había refugiado en una esquina del almacén, bajo unas cajas.


Lois a por los guardias primero – indicó John, escondido tras una robusta caja – y debemos movernos, el dragón se acerca – notaba el calor de las llamaradas en su fornida espalda.


- Entendido John – O´Neil salió de su cobertura para acertar con un rayo a un guardia que se dirigía corriendo hacia su posición.


- Buen tiro – la caja empezaba a hacerse astilla por los disparos de los enemigos.


Doe se lanzó rodando hacia un lateral, disparó a uno de sus enemigos en plena cabeza y con otra voltereta logró llegar a cubierto, tenía una puntería estupenda, además de haber practicado mucho con ese tipo de arma. Lois seguía disparando, sin demasiada suerte y no se percató de la cercanía del dragón. En un alarde de heroísmo, el viejo profesor tiró al suelo a la joven reportera justo a tiempo para salvarla de una terrible llamarada. El anciano emitió un grito de agónico dolor, su desnuda espalda se había chamuscado. El dragón seguía acercándose inexorablemente a sus presas, y cuando todo parecía perdido, un rayo impactó en la testa del dragón llévandose por delante parte de la falsa piel del animal mitológico y estropeando el mecanismo lanzallamas; era John que tras deshacerse del último guardia pudo ayudarles sin miedo a ser reventado por un rayo a plena potencia. Entre Doe y O´Neil agarraron al doctor que había caído inconsciente por el tremendo dolor. Oyeron una voz conocida por megafonía.


- Pobre Joshep Owen, no creo que viva mucho más – era la asquerosa voz del germano – aunque no creo que ninguno de ustedes sobreviva.


- Mira John – Lois señalo a una de las esquinas del almacén – tiene cámaras y altavoces. Este sitio parece sacado de un relato de ciencia ficción.


- Lois, cambia a modo letal tu pistola, intentemos acabar con ese coloso mecánico – dijo John sin parar de disparar a la mole que se les acercaba, chafando todo lo que se ponía por delante.


El dragón continuaba avanzando mientras destruía el almacén. Doe portó al profesor hasta la pares más alejada, a la que pasaba cerca de la puerta que daba al patio, comprobó que el exterior estaba plagado de dinosaurios. Lois agarró dos pistolas de rayos de los guardias caídos. Tras posicionarse en el punto más alejado, comenzaron a disparar con todo lo que tenían, por suerte el dragón no podía lanzar sus llamaradas mortales.


- Intenta darle en la cabeza – gritó John, mientras acertaba varios disparos.


- Eso intento – respondió Lois, el tiempo que un rayo láser reventaba uno de los ojos artificiales.


- Tras una andanada de disparos de alta potencia el dragón fue decapitado, el monstruo era ya un amasijo andante de cables, engranajes y otras piezas mecánicas.


- Yuju! - Lois se animo por un segundo – ostras, sigue andando.


- Dispara a las cámaras Lois, seguro que el loco de Schmidt lo está controlando a distancia – reventaron las 6 cámaras del enorme espacio de almacenaje – ahora tírale a las patas.


- La pareja siguió disparando, fundieron la energía de un par de las pistolas, justo a tiempo para que tras ser cubiertos por la última lluvia de astillas de las cajas, todo quedase en silencio. El peligroso autómata había sido detenido a unos escasos tres metros de su posición.


- Fue intenso – dijo Lois, tirada en el suelo resollando – casi no lo contamos.


- Menos mal que tienes buena puntería Lois – sonrío John, mientras enfundaba el arma y se agachaba para ver como estaba el herido – Owen, ha dejado de respirar, no tiene pulso.


- Él me salvó de una muerte segura – O´Neil estalló en un mar de lágrimas – Y todo por los caprichos de una mente desquiciada.


- Lo siento Lois, pero no podemos detenernos ahora, debemos encontrar un modo de salir de aquí – cerró los ojos del anciano – has sido todo un héroe Joshep.John y Lois, tomaron aire por unos segundos, estaban rodeados de destrucción, de cuerpos inertes y del “cadáver” del dragón. A sus espaldas la pequeña prisión, a su izquierda una puerta que daba a un patio infestado de saurios robóticos, a la derecha una pared lisa y delante la entrada a la estrepitoso taller del inventor teutón. Una voz débil proveniente de un altavoz en la zona de taller interrumpió los funestos pensamientos de la pareja.


- Bravo señor Doe, acérquese – era la áspera voz ya odiada por ellos.


Anduvieron hacia el taller, por el camino vieron como dos de los guardias habían muerto por la mole mecánica, parecían sobres de ketchup aplastados.


- Aquí me tienes maldito loco – gritó Doe, mientras exploraba la zona. Una pequeña factoría con multitud de máquinas, herramientas y demás, y a la derecha la puerta por la que había aparecido el dragón rojo – da la cara como un hombre, maldito germano.


- Soy un hombre anciano señor Doe, no lucharé cara a cara con usted – dijo la voz – es un logro que hayan sobrevivido a mi pequeña encerrona. Esta isla era muy aburrida, hice bien en enviar a mi socio galo a por ustedes. Kristoff y Owen han sido víctimas colaterales, pero tengo planes especiales para usted, al igual que el lascivo Dupont los tiene con esa furcia.


- Váyanse ambos al infierno – gritó desafiante Lois.


- Las pistolas de rayos de mis hombres no son de tan buena calidad como el prototipo que usted posee, señor Doe. Deduzco que deben estar casi agotadas, eso hará más interesante nuestro próximo juego – a la que decía eso, se abrió una puerta secreta en la ya conocida pared del taller mecánico – adelante, es hora de tener un tête à tête.


La pareja atravesó el umbral y se sorprendió al ver lo que parecía el hall de un castillo medieval. A su izquierda unas enormes escaleras conducían a una planta superior, a la derecha se veía un enorme portón que supusieron daba al exterior. Al frente, cerca de una pequeña puerta de servicio, les esperaba Jean Dupont, sentado en una pequeña silla, mientras bebía una copa de vino.


- Bienvenidos a mi hogar – en la parte superior de la escalinata estaba Schmidt, a su lado un guardia enorme les apuntaba con algún tipo de rifle extraño – por favor, Doe, tire su arma y acepte el reto de monsieur Dupont.


El francés se levantó, cogió de la pared un par de espadas de duelo, le lanzó una a Doe y se preparó para el combate.


- En garde, perro yankee – Jean movió con destreza su espada en el aire y apuntó a su rival.


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JOHN DOE´S WEIRD STORIES / LA ISLA IGNOTA 4

 LA ISLA IGNOTA 4, por Antonio J. López


La hierba les llegaba hasta la cintura, la tierra estaba húmeda y el cielo cada vez más encapotado.


- Muévanse despacio y en silencio – recomendó el cazador.


El grupo avanzó en dirección a los grandes saurios que se encontraban entre los árboles lejanos, truenos y relámpagos anunciaban la tormenta por venir.


- John esto es tan emocionante, ¿ Cómo habrán sobrevivido los dinosaurios en esta isla desconocida por el hombre?- dijo Lois.


- Ni idea Lois, espero que el profesor pueda descubrir algo más – respondió Doe - ¡ Cuidado, a su derecha Dupont!


El ruso descargó su escopeta, entre la hierba, varios saurios del tamaño de gallos se habían acercado con intenciones hostiles al grupo, pero tras el estrépito del disparo habían retrocedido.


- Es un grupo de compsognathus – aclaró el zoólogo – si siguen disparando no creo que se atrevan a atacarnos.


- Tragad plomo pequeños mierdecillas – soltó Kristoff, mientras disparaba intentando dar a sus pequeños objetivos.


- Debemos seguir avanzando, a unos metros veo una formación rocosa y el principio del bosque selvático – dijo John Doe.


Tras varios disparos mezclados con los truenos, los pequeños dinosaurios abandonaron su persecución, y el grupo siguió avanzando hacia las rocas. Al alcanzar su objetivo pudieron ver como un par de gigantescos dinosaurios cuellilargos avanzaban por una especie de camino entre la floresta. Estaban a una distancia prudencial y Lois aprovechó para tomar una fotografía de los gigantescos animales. Un rayo cayó en un árbol cercano, mientras miraban el asombroso espectáculo natural, un saurio alado descendió en picado y con sus poderosas patas agarró al pobre Jean Dupont.


- ¡ Merde! Ayúdenme – intentaba gritar, pero el dolor de las garras clavadas en sus hombros hizo que se desmayase en pleno vuelo.


Kristoff intentó un par de disparos sin éxito. Todos estaban aterrados, y había empezado a llover a cántaros.


El grupo decidió internarse en la zona arbolada, siguiendo los embarrados senderos de los braquiosaurios, que ascendían por una suave colina. Desde su nueva posición atisbaron algo en la lejanía.


- Allá en la ladera del volcán se ve algún tipo de edificación con luces – dijo Kristoff fuertemente haciéndose oír bajo la tormenta; el cazador demostraba tener una vista aguda.


- Intentemos seguir por estos senderos hasta ese sitio – respondió John.


Por el estrépito de la lluvia no se percataron de la repentina aparición de un enorme ejemplar de cuellilargo, que se movía con rapidez hacia ellos.


Con esta delicada situación arrancamos la aventura de John Doe en la isla ignota. Recuerden que el buen Kristoff perdió la cabeza.


- ¿ Qué ha podido hacer esto? - se preguntó Lois llorando aterrada.


- Otro dinosaurio – apuntó Owen señalando hacia la parte superior de la pared rocosa – más concretamente un tiranosaurio rex – el enorme terópodo agachó su enorme cabeza abriendo las ensangrentadas mandíbulas hacia el grupo. Por suerte la altura impedía al saurio alcanzarles.


- Maldita bestia, cómete esto– John Doe desenfundó su extraña pistola de rayos y disparó sin miramientos a la enorme boca dentada – ¡ Apártense, va a caer!


El dinosaurio trastabilló y terminó aterrizando sobre el cuerpo del cazador. Su cráneo echaba humo y al acercarse John y el profesor Owen descubrieron algo inaudito. Ciertas incógnitas se despejaban pero la ecuación distaba de ser resuelta.


- Es un robot – dijo John mientras revolvía con un palo el cableado y las partes mecánicas de la cabeza reventada del falso saurio – pero que recuerde, nunca he visto un autómata tan avanzado.


- No sé que decirle señor Doe, esto escapa totalmente a mi campo de estudio – palpó al inactivo tiranosaurio robot – la piel está muy lograda, parece realizada con algún material plástico. Supongo que el resto de seres prehistóricos que hemos visto deben tener el mismo origen.


- Que cosa más espantosa – soltó Lois mientras fotografiaba al espécimen -al menos ha dejado de llover – exclamó poco después, mientras escurría sus rojizos cabellos.


- Estad alerta compañeros, quizás haya alguien manejando a estos títeres de metal – miró la cabeza sin vida de Kristoff – cuando estemos seguros intentaremos sacar de ahí el cuerpo del cazador y llevarlo de vuelta a Nueva York. Ahora intentemos llegar cuanto antes a ese sitio iluminado.


El grupo rodeó la escarpada pared de roca. El viejo profesor caminaba apoyado en una rama que hacía de bastón, Lois le ayudaba y John les abría paso a machetazos por la espesa vegetación. Tras un tiempo indeterminado llegaron a una pista de tierra desde la que se divisaba su objetivo.


- Dudo que esta carretera bien cuidada haya sido obra de los dinosaurios – dijo con sorna Doe – creo que debería acompañaros al barco y luego volver a buscar al señor Dupont, algo me dice que si vive alguien en ese edificio puede ser peligroso, o que incluso sea el culpable del secuestro de nuestro compañero.


- No John, vamos contigo – dijo Lois decidida – cuando encontremos a Jean es posible que sea demasiado tarde para él.


- Tengo algo mejor el pie, señor Doe – respondió el profesor sin mucha confianza – les acompañaré a donde vayan.


- No creo que sea buena idea, yo podría colarme en el edificio y liber...- el diálogo se ve interrumpido por la luz de un enorme foco.


- ¡ Quietos! Si se mueven abriremos fuego.




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Superman 1978, el Telón de Metal


La nostalgia... bendita nostalgia, adorada nostalgia, fugaces e inocuos recuerdos de infancia entre salones de máquinas inundadas por el humo, gitanos esperando a robarte el poco dinero que llevabas, o la chusma hirviente floreciendo por los parques oscuros y tétricos de una ciudad en decadencia, porque esa es la auténtica verdad que yace tras la bella palabra. La nostalgia son los sueños que despertaban en nosotros las películas, los libros, los cómics, la música, los videojuegos, las series, en definitiva, la cultura que se desperdigaba por nuestro contexto en la ingenua infancia. Ahora la nostalgia no es más que un negocio, vacuo y sin alma, al que todo dios se apunta. Y así continúa DC, intentando sacar más leche de esa teta ajada y decadente. Un nuevo cómic sobre el superman del 78. Esta vez Venditti se acompaña de Gavin Guidry a los dibujos, y ambos nos entregan una historia superior a la anterior. Un cómic más valiente y con alma, lo que le da un valor superior, funcionando, casi, como un ente individual y personal. 

"¡La aventura continúa! Superman ha derrotado a Brainiac y recibe la veneración de todos... ¿o no?  La ofensiva a gran escala del Coleccionista de Mundos, que amenazó con destruir por completo el planeta, se frustró gracias al ingenio de Lex Luthor y al tesón inquebrantable del propio Hombre de Acero. Y no solo eso, sino que la victoria permitió el rescate de sus padres biológicos, Jor-El y Lara, que siguen con vida en la ciudad miniaturizada de Kandor, ahora preservada en su Fortaleza de la Soledad. No obstante, otro vestigio de Krypton llegó años atrás a la Tierra sin su conocimiento... ¡y en plena Guerra Fría propiciará el origen de un nuevo y mortal enemigo!"

Venditti consigue encontrarse y coger confianza para desarrollar una historia, que no alejándose de su inspiración, obtiene un resultado repleto de personalidad, y inflado de un mensaje político tendencioso y maniqueísta, pero que funciona con peor o mejor fortuna. Además se permite en explorar la mitología de ese universo, enriqueciendo la obra, y otorgándole más profundidad si cabe al producto final. Una buena secuela. 

En cuanto al dibujo de Guidry y Bellaire, consigue otorgar a la historia un punto más de fantasía dentro de esa pseudo-realidad setentera, llevándonos al albor de las páginas de un cómic. Más cálido y rugoso, acorde al personaje al que están referenciando. 

Así que sin más amantes de los cómics, si os gusto el anterior, éste os gustará más. 

Superman 1978, El Telón de Metal

Autores: Robert Venditti y Gavin Guidry

Editorial: DC/ECC

Cartoné

Páginas: 144

Precio: 21,50 €